al patrono elegido para velar por la primera capilla del lugar; el segundo, es el
apellido de Juan Diego Flores, quien invirtió gran parte de su cuantiosa fortuna en
tierras que luego formarían el barrio.
Fue muy famoso por sus quintas enormes, generalmente usadas en temporada
estival, pero sobre todo por la personalidad de sus ocupantes, así pues, el mismo
Juan Manuel de Rosas tenía su establecimiento de campo cerca de Flores, además
era asiduo visitante de la quinta de los Terrero, socio, compadre y a veces, su
apoderado judicial. La quinta de Terrero estaba ubicada en lo que actualmente es
la Av. Rivadavia 6440. Se hacían allí grandes fiestas y reuniones políticas. Es en el
portón de esa quinta dónde Manuelita Rosas despidió a su Máximo, cuando éste
partía a la batalla de Caseros, como ayudante de su padre, ocasión en que le
obsequió su pañuelo, bordado por ella misma y que hoy se conserva en el Museo.
El Gral. Urquiza instaló en el barrio su casa quinta después de Caseros, a la que
llamó Palacio San José. Se ubicaba entre la calle de la Federación (hoy Av.
Rivadavia) y Carabobo. En esa casa fue donde Urquiza, promulgó la Ley
Fundamental y la mandó imprimir. Allí se juró y comunicó a todo el país. En ese
mismo lugar se firmó el Pacto de Unidad Nacional en noviembre de 1859, en el que
se reintegra la provincia de Buenos Aires a la Confederación.
Se podrían enumerar cientos de quintas de personajes importantes, pero vamos a
limitarnos por ahora solamente a la del inglés Eduardo Mulhall, llamada "Lambaré",
en homenaje al cacique del mismo nombre.
Dicen que su dueño era un personaje muy querido y elegante, vestido siempre de
levita y portando galera de copa gris, de tan buenos modales que lo llamaban "el
inglés bueno". Sus jardines eran especialmente reconfortantes por el perfume de
los eucaliptos, y pinos que actuaban como un sedante que invitaba a la
meditación, Entre otros, fue muy visitada por su vecino, el Gral. Roca, quien
gozaba de los jardines y de la compañía del inglés, matizando sus encuentros con
el juego de ajedrez.
En la iglesia del lugar se realizaron los funerales de Manuel Dorrego y en la plaza
del pueblo se fusilaban, en pelotones, a los opositores de Rosas. En 1857 se
inauguró la primera línea de ferrocarril que iba desde la actual Plaza Lavalle hasta
La Floresta.
Hay una comunidad judía muy grande que, venidos desde Damasco y Alepo, se
insertaron en Flores de una manera distinta a la de otros lugares. Han crecido, y
se han desarrollado y no han querido emigrar. Se han aquerenciado y las nuevas
generaciones aún siguen afincadas en el lugar, especialmente en la calle Avellaneda
entre Nazca y Campana y sus adyacencias.
Los armenios también se establecieron fuertemente en el sur de Flores,
construyendo un barrio de 200 casas. Se dedicaron al calzado y a la
construcción, compitiendo con los italianos que eran famosos en el ramo.
También se los conoció como "tacheros" por su habilidad para arreglar ollas,
palanganas y otros objetos metálicos por el estilo.
Hablando de las distintas comunidades, no se puede dejar de mencionar a la
vasca, tan ruidosa como pintoresca. Agrupados cerca de la estación, esperaban los
tachos de leche para repartirla a caballo, con sus boinas negras, sus clásicas
alpargatas y sus anchos pantalones ceñidos en el tobillo sostenidos por la ancha
faja en la cintura. Eran típicos frecuentadores de pulperías y boliches. Así fueron
creciendo esos locales con nombres que luego jamás se olvidarían, como la del
Vasco Milonga, la del Colorado, la de la Vasca. Muy famosa fue La Paloma, de
Culpina y Alberdi, donde se inspiraron payadores y poetas nuevos sinónimos de
bravura y de guapeza. Es allí donde Enrique Cadícamo escribió su tango.
"Compadrón" que se iniciaba con la famosa cuarteta:
"Compadrito a la violeta
si te viera Juan Malevo
que calor te haría pasar...".
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