viernes, 22 de marzo de 2013

MUJERES ARGENTINAS: MARÍA MAGDALENA "MACACHA" GUEMES


María Magdalena Güemes de Tejada, nació en la gloriosa provincia de Salta, el 11 de diciembre de 1787 en una familia perteneciente a la “gente principal”. Su padre era el tesorero de la Real Hacienda. Su vida estará unida a la trayectoria revolucionaria del gran patriota General Don Martín Miguel de Güemes.

El General José María Paz en su libro “Campañas de la Independencia” (memorias póstumas) la describe como: “...mujer ambiciosa, intrigante y animosa, al paso que dotada de garbo y hermosura...” Según el historiador salteño Bernardo Frías era “... arrogante y hermosa, que durante el gobierno difícil de la guerra, habría de llevar la armonía a las pasiones, la prudencia y el acierto en los consejos, la luz en los momentos más delicados del peligro y una sagacidad e inteligencia nobles y generosas en la diplomacia, acompañado todo ello de la seducción y el encanto que se desprenden de la mujer inteligente y culta” (Historia del General Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina).

Por supuesto que estos dos libros, tanto el del culto soldado cordobés o del olvidado autor provinciano, custodio de la patria vieja, por supuesto, no se estudian en el sistema de enseñanza argentino.
  


                                       



La bella joven casó en 1803, a los 16 años de edad, con Román Tejada, perteneciente a una antigua familia de Salta muy agodada y, cuando estalló la Revolución de Mayo, Magdalena Güemes, junto a primas y amigas, convirtió su casa en taller de confección de uniformes para los soldados del Escuadrón de Salteños organizado por su hermano. En aquél hogar, desde 1810 hasta 1824, además de taller, se refugiaron  jefes, oficiales y soldados, y se constituyó en centro de propaganda de las ideas revolucionarias.

Machaca fue la “más entusiasta colaboradora (de su hermano) y supo sacar partido de su noble inteligencia y posición para desempeñar tareas arriesgadas, especialmente cuando los realistas ocupaban la ciudad de Salta y Güemes los combatía con todos los medios a su alcance” (Roberto Vitry, Mujeres Salteñas).

Macacha parecía el modelo de Monteagudo en su llamado revolucionario “A las americanas del Sur”. Dotada de gran habilidad política ejerció la diplomacia sutil y consiguió el acuerdo de paz de Los Cerrillos, luego de la escandalosa traición del porteño General Rondeau a las fuerzas de Güemes.

Organizó un sistema de inteligencia al servicio de los patriotas, compuesto por mujeres espías que asistían a los banquetes y fiestas con los que la alta clase, traidora y agodada, regalaba a los españoles. Allí conversaban con los oficiales españoles y vertían las infidencias de los imprudentes invasores, fascinados por las sugerentes salteñas de negros ojos, en mensajes que sus criadas escondían en los matorrales y los gauchos de Güemes retiraban por la noche.

Magdalena además participó de forma activa en la guerra gaucha que organizó Martín para defender la frontera. Cuentan que en una ocasión, un destacamento a sus órdenes retrocedía ante el enemigo, pero ella se adelantó y les gritó: ¡cobardes, vean cómo  pelean las mujeres en mi tierra! Empuñó su lanza criolla y se dirigió a todo galope hacia el enemigo. Los gauchos volvieron sus caballos y la siguieron hasta derrotar por completo a los realistas.

Ella estaba junto a su hermano el día fatal en que fue atacado por una partida realista, con complicidad de la “gente principal”, y murió a los pocos días.

Pero Macacha siguió activa en la política de la Provincia y dirigió con sus amigos más cercanos un partido político que defendía la soberanía de la Patria. Además, impulsó varias revoluciones para derrocar a los gobernadores salteños que no respetaban los principios de la Federación.

Pero, con el tiempo, la bella e inteligente patriota federal fue quedando olvidada y sólo nos ha llegado de ella un retrato de su ancianidad. La pluma de los historiadores mercantiles de Buenos Aires no se ocupó de ella, y al suprimirla lo hicieron con todas las mujeres – damas, esclavas, trabajadoras, indias, letradas o analfabetas – que formaron junto a los hombres el ejército anónimo de la emancipación nacional. Y esta injusticia tiene un fin actual y vigente: hundir a las mujeres y expropiarles su pasado revolucionario, que es el de la patria, para impedir la realización nacional que sólo es posible con la resurrección de la actividad política y la incorporación del bello sexo a la polis argentina como dirigentes políticas de fuste.

A pesar del despotismo histórico y cultural anglo-porteño, la tradición oral de la Provincia de Salta ha legado la imagen de una elegante muchacha, vestida como los paisanos, repartiendo alimentos y vestidos a los necesitados. No en vano la llamaron “madrecita de los desprotegidos”. Y así perduró en la memoria de los descamisados de la Independencia.

Falleció en Salta el 7 de junio de 1866. Había escrito que, cuando Miguel era un cadete y partía a Buenos Aires, donde pelearía a los ingleses invasores, que: “nos despedimos con un abrazo interminable“.

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